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OCTUBRE DE 2022  /  ENTREVISTAS

JULIO VALVERDE, PREGONERO DE LAS FIESTAS DE MAJADAHONDA

10-10-2022 8:43 a.m.

“Lo que más siento es no haber hecho más cosas por mi pueblo”

Por Antonio Mérida - Lo dice Julio Valverde, el hombre que ha hecho de todo en Majadahonda. Ha cortado el pelo a generaciones de vecinos, torero, juez de paz y uno de los fundadores del grupo de teatro Muñoz Seca. Reclama más acercamiento entre los vecinos, que no se alejen y que  siempre mantengan el contacto.

No es fácil hablar con Julio Valverde sin que le estén parando los vecinos a saludarle. Con su chándal negro y aire pinturero, sale al encuentro del cronista con ademán decidido y le dirige a un bar apartado para poder hablar tranquilos.

—Si no la gente no para. Aquí me conoce todo el mundo.

Y no es para menos. Julio Valverde, nació el 15 de julio de 1948. A sus 74 años sigue paseando a diario por el pueblo a cuyos vecinos ha cortado el pelo durante décadas. Pero además, Julio ha sido el último juez de paz que ha tenido el municipio y recibió con honor el encargo de pronunciar el pregón de las fiestas de este 2022, cuando el pueblo se echó a la calle después de dos años de pandemia.

—Fue muy emocionante ver a mis vecinos. Este pueblo es mi vida. Y eso que ya no se parece nada al municipio de 1958 cuando de frío caían los carámbanos de las fachadas y los chicos nos peleábamos por chuparlos. Toda la vida se hacía en la calle. En fiestas-recuerda- los toros se soltaban aquí, en plena Gran Vía y la gente se refugiaba subiéndose a las fuentes. Echo de menos aquella época en la que todos nos conocíamos y hablábamos con todos. El pueblo se ha despersonalizado y es normal. Ha crecido mucho, ha venido mucha gente. Esto es otra cosa.


Julio ha sido el peluquero de Majadahonda. Por sus manos han pasado varias generaciones de majariegos. Pero antes fue botones, trabajó en granjas, en pozos y anduvo por Salamanca y Andalucía persiguiendo sus sueños de torero.

—Quería ser torero y lo conseguí. He matado vacas y algún novillo. Pero al final la vida te exige y tienes que ganártela con algún oficio. ¿Por qué me decanté por la peluquería? Pues porque mi padre la llevaba. La abrió aquí, en su piso, en el número 15 de la Gran Vía y cortaba el pelo y afeitaba con una sola navaja en una habitación. Sin calefacción ni aire acondicionado. Y por allí pasaba todo el pueblo. Aprendí el oficio. Al principio íbamos con una bata blanca, pero luego no quise parecer un enfermero y decidí que teníamos que atender a los clientes vestidos de punta en blanco. Hasta con corbata. Porque la gente cuando viene a cortarse el pelo viene a ponerse guapo. Y así hay que atenderlos.

—¿Y lo de juez de paz?

—Al juez de paz lo elegían tres instancias: el juzgado, el ayuntamiento y la guardia civil. Se elige a un hombre bueno, que pone paz, el encargado de mediar en los conflictos entre los vecinos, de casar a la gente e incluso eran al primero que llamaban cuando había un cadáver. Ya no existe esa figura.

—Solo le ha faltado ser alcalde de Majadahonda.

—Y podría haberlo sido. Pero no lo quiero, no me gusta la política, no tengo la cabeza en esas cosas. Además, los políticos se han separado de la gente. Es como si no quisieran mezclarse con el pueblo. Veo que hay mucha distancia entre los vecinos y sus políticos y eso es algo que me apena. Hay como una especie de alejamiento entre ellos. Yo reclamo más acercamiento y así lo dije en el pregón. Hay que juntarse y hablar y hacer cosas juntos. Es lo que ha caracterizado toda la vida a este pueblo y es lo que más echo de menos.


—Y por eso lo del teatro.

—Pues sí, siempre me ha gustado el teatro y era una manera de juntarnos y atraer a los vecinos a ver las obras. Montamos entre unos cuantos el grupo “Muñoz Seca” y la primera obra que estrenamos fue La venganza de don Mendo. No sabes qué éxito. No éramos actores profesionales y todos éramos vecinos de Majadahonda. Y claro, cada vez que actuábamos, venía todo el pueblo a vernos. Fue una experiencia magnífica. Lo pasábamos realmente bien. 

—¿Y ahora?

—Bueno, me jubilé hace quince años, pero aquí todos los días sin faltar ni uno, desayuno y salto a la calle a andar. A pasear y hablar con mis vecinos. Eso me da la vida y eso es lo que no quiero que se pierda. El contacto humano, el estar juntos, conocernos. Ya muchos de mi época se han ido, pero quedamos unos cuantos que queremos que esto siga siendo la Majadahonda de todos, la Majadahonda de siempre.   Ω

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