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Por Jesús Castells / Fotografía: Marta Aparicio
A las pruebas me remito. La manida frase de “la salud es lo primero” ha cobrado en estos últimos años más sentido que nunca. Y a pesar de que creo que lamentablemente poco o nada hemos aprendido de lo que hemos vivido, sí pienso que inconscientemente ha crecido en nuestro interior un sentimiento que todavía no somos capaces de explicar ni verbalizar, pero que late cada vez con más fuerza en nuestro interior. Y es tan confuso para algunos, que incluso se puede llegar a interpretar de forma diametralmente opuesta. Me refiero a las ganas de vivir.
Y Nuestra capacidad de supervivencia es la que ha hecho que nuestra especie, para bien o para mal, domine la madre Tierra y se haya impuesto al resto de criaturas que nos acompañan en este viaje.
El tiempo es otra de las variables a la que no le hemos dado la verdadera importancia que tiene y estamos descubriendo que efectivamente el tiempo era relativo, pero, sobre todo, finito. Con tantos tristes ejemplos, en los que el azar ha sido caprichoso y ha dado por finalizado el juego antes de tiempo, hemos visto las orejas al lobo. Hoy estás y mañana no.
Por todo esto y algunas cosas más de las que no quiero acordarme, percibo que hay un sentimiento colectivo de urgencia. Urgencia por aprovechar el tiempo que nos queda. Urgencia por vivir. Y es aquí donde apelo nuevamente a mi optimismo recalcitrante y donde veo una nueva oportunidad para no perder este tren, esta gran lección que nos ha dado la vida, mejor dicho, la que nos ha dado la muerte.
Ojalá que toda esta mierda que hemos vivido y que estamos viviendo nos haga descubrir que es mejor respetar la vida, aprovechar el tiempo y recuperar nuestra humanidad. Recuperar la alegría, no guardarnos besos ni abrazos, recuperar las ganas de vivir, de divertirnos, de ayudarnos, de amarnos. Las ganas de disfrutar con los demás y con el entorno. Disfrutar y celebrar la vida todos los días que nos queden.
No me puedo despedir sin parafrasear a mi padre, que en paz descanse, que me decía siempre “hijo, vive y deja vivir”. Y ahora que caigo, veo tantas posibilidades y tal amplitud de miras en esta corta frase, tanta verdad, tanta honestidad y tanto amor, que sólo se me ocurre añadir, que lo hagamos ya. “Vive y dejar vivir, que es urgente.” Ω
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